La Asociación Española de Dietistas–Nutricionistas lanzó hace poco un programa de encuentros con el experto y cursos de formación. El pasado día 23 de mayo puede asistir al taller titulado “Utilidad de la antropometría en la consulta del dietista-nutricionista”.
Hago un inciso para definir brevemente qué es la antropometría: estudio de la forma, la composición y la proporción humana, usando medidas del cuerpo.
El taller fue ameno y sugestivo, y la docente desgranó algunas ideas muy interesantes que a continuación comento:
- El IMC (del que ya empezamos a hablar en el anterior artículo del blog) es un método sencillo, rápido y bastante útil para catalogar el peso. No obstante, presenta una limitación muy importante, y es que no permite diferenciar entre componente graso y muscular. Este inconveniente va a quedar ilustrado perfectamente con el siguiente ejemplo: podemos encontrarnos personas practicantes de fitness o culturismo con un IMC mayor a 30, pero nadie diría que están en un estado de obesidad, pues su cuerpo es eminentemente músculo. En la consulta dietética, y creo que en la sociedad en general, hay una especial obsesión por el peso como cifra absoluta, sin preocupar-se de si la composición de este peso está bien equilibrada en cuanto a grasa y músculo. La persona queda contenta si baja de peso, y se desanima si aumenta, pero en ningún caso se valora si esta variación ha sido a expensas del tejido graso (beneficioso si disminuye) o de masa muscular (beneficioso si se incrementa).
- Queda patente pues, la mayor importancia de determinar el porcentaje de grasa corporal para definir un sobrepeso u obesidad. No es suficiente con determinar el IMC, tendremos que ir más lejos y determinar el contenido graso, pues es éste el que realmente es perjudicial y predispone a multitud de complicaciones para la salud.
- Un paso más allá es valorar la distribución de esta grasa corporal, pues no es igual de peligrosa según su ubicación. Así la grasa que se acumula en la zona abdominal (forma de manzana más típica de hombres) es mucho más peligrosa que la que se almacena en los muslos y glúteos (forma de pera más típica de mujeres).
De la misma manera no es lo mismo reunir la grasa de manera subcutánea (debajo de la piel), que es un lugar de mínimo impacto para la salud, que acumular la grasa de manera visceral (recubriendo los órganos abdominales), la cual ha sido claramente relacionada con mayor incidencia de diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares.
- De todo lo anterior se extraen dos nuevos perfiles de persona: los de peso normal pero metabólicamente obesos (tienen un IMC correcto, aunque un gran deposito de grasa visceral, por lo cual están igual de predispuestos a complicaciones de salud que un obeso) y los obesos metabólicamente sanos (aquellos con un IMC elevado, pero que al tener la grasa principalmente acumulada en forma subcutánea, tienen una predeposición a enfermedades similar a la de una persona delgada).
- Por último, cada vez se está dando más importancia, sobretodo en edades avanzadas, a mantener un buen porcentaje de masa muscular, pues va a ser muy beneficioso para la salud (aumenta el metabolismo basal, aumenta la fuerza, evita lesiones óseas, mantiene la independencia, mejora la respiración, minimiza riesgo cardiovascular…)
Con este planteamiento creo que ha quedado claro que el peso y el IMC no lo son todo cuando se está valorando a una persona. El porcentaje de grasa, y sobretodo donde se acumula ésta, son mejores marcadores de obesidad y complicaciones para la salud. En cambio, un buen capital muscular nos va ayudar a prevenir multitud de patologías. Posiblemente costará tiempo cambiar el “chip” de fijar-nos tanto en la cifra del peso, pero poco a poco se tendrá que ir inculcando a la gente la importancia de llevar a cabo más pruebas para determinar la composición de este peso y su relación con la salud.